La influencia flamenca en Europa
La pintura en Europa a partir del segundo tercio del siglo XV se caracterizará por una nueva concepción, que ofrecerá a los artistas la posibilidad de reproducir los objetos con el máximo detalle. Se va a asistir a una reacción contra la tendencia ilusionista, que en el gótico internacional había utilizado en grado sumo, en beneficio de un realismo más acusado.
Surgirá una nueva clientela que hasta ahora no había tomado parte activa en el desarrollo del arte. El refinamiento cortesano deja paso a una rica burguesía que será la que a partir de este momento encargue y compre las obras de arte.
La influencia que en torno a 1400 habían tenido los pintores de los Países Bajos en los reinos y cortes europeas queda eclipsada a partir de 1430 por la obra de Robert Campin y Jan van Eyck. La obra de estos pintores arraiga con fuerza en muchos lugares y deja huella en sus seguidores, pero unas veces, en los primeros momentos, convive con las tradiciones internacionales, y otras se transforman por los efectos de la pintura italiana del primer Renacimiento.
La región de Flandes, donde, entre otras ciudades, destacan Brujas y Gante, dependiente políticamente del duque de Borgoña, alcanza una riqueza considerable durante el siglo XV, como consecuencia de la artesanía y del comercio.
Ese momento de esplendor económico coincide con la consolidación de una escuela pictórica con una extraordinaria personalidad, que tendrá gran influencia en toda Europa, pero especialmente en la península Ibérica, al mismo tiempo que, desde Italia, se empieza a difundir en Renacimiento. Cuatro aspectos fundamentales definen la pintura flamenca del siglo XV:
• Sociológicamente, el sistema de producción artística es heredero de la tradición medieval, con un sistema gremial donde prima la concepción artesanal frente a la conciencia individual, fuertemente intelectualizada del mundo italiano coetáneo.
• Técnicamente, los pintores flamencos alcanzan una perfección tal en el trabajo del óleo que constituyen una referencia histórica indiscutible: ello permite veladuras (tintas transparentes que suavizan el tono de lo pintado), una mayor riqueza e intensidad de colorido y, sobre todo, un virtuosismo si precedentes en la ejecución.
• Desde el punto de vista de la concepción espacial de las escenas, consiguen, de manera intuitiva, un ilusionismo paisajístico en el que insertan las figuras, aun más contemporáneos, más obsesionados por los problemas teóricos de la perspectiva geométrica.
• Y, en lo que se refiere a la percepción concreta, tienen una voluntad de representar las cosas tal y como las ve el ojo humano, entendido el termino en su precisión detallista: de ahí la importancia que adquiere el retrato así como de los distintos pormenores que intervienen en una composición pictórica, pero ello favorece, paradójicamente el simbolismo de los elementos representados.
Los grandes maestros flamencos
El más grande de los pintores flamencos es Jan van Eyck (c. 1390-1441). En colaboración con su hermano Hubert, que comenzó la obra, realizó el políptico del Cordero Místico, acabado en 1432, cuya tabla central muestra las praderas celestiales, con los diversos estados de la condición humana, religiosos, magistrados, caballeros, así como las alegorías de las virtudes; estos personajes acuden a adorar al Cordero Místico en un amplio espacio exterior, típico de la pintura flamenca. De su obra como retratista, cabe destacar El matrimonio Arnolfini, que ha de entenderse como un elaborado “certificado de matrimonio”, con un complejo lenguaje de símbolos y metáforas, testimonio del rebuscado pensamiento que impregna la obra de Van Eyck, donde todos los objetos del cuadro cobran un significado : en el espejo, por ejemplo, están representados los testigos, uno de ellos, el propio pintor.
Esta corriente rechaza la exagerada belleza decorativa del gótico internacional. Los pintores flamencos colocan lo religioso en un mundo real, en un ambiente casi doméstico donde lo sagrado y lo cotidiano se combinan para obtener obras llenas de una profunda fe pero desarrolladas con gran naturalidad. Ejemplo de lo anterior es la Virgen y el Niño delante de una pantalla de chimenea de Robert Campin.
En la escuela flamenca, el retrato adquiere una nueva dimensión, se trata de resaltar la individualidad psicológica del sujeto. En algunos de ellos la figura se coloca frente a un fondo oscuro que no distraiga la vista y por lo tanto se concentre todo la atención en el modelo.
La principal aportación de esta escuela es la utilización del aceite como aglutinante de los colores. El descubrimiento de la pintura al óleo no sólo implicó un enriquecimiento de la paleta cromática y que los colores se hicieron más brillantes, traslúcidos e intensos; sino que también se produjo una ilusión de la perspectiva a través de las "veladuras". Estas son capas de pinturas al óleo sobrepuestas que dan la sensación de profundidad, produciendo un fenómeno optico llamado "trampatojo". El gran maestro de la pintura al óleo fue Jan Van Eyck, primero en desarrollar la nueva técnica y lograr de manera convincente la representación de la luz natural.
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